La mayoría de los animales salvajes utilizados en publicidad, cine y TV han nacido en cautividad, pero en ocasiones –como ocurre por ejemplo con los elefantes– han sido capturados de su habitat natural.
Muchos animales provienen de circos, zoológicos o colecciones privadas que los alquilan para sacarse un dinero extra. Además, en los últimos años, han proliferado las empresas dedicadas al entrenamiento y alquiler de animales para filmaciones. Algunas de ellas tienen denuncias por falta de licencia o por maltrato de animales.
Estos animales son obligados a vivir para siempre en cautividad y, en la gran mayoría de casos, en condiciones muy duras. Lo más probable es que desarrollen problemas físicos y psicológicos y muestran comportamientos típicos de la ansiedad o el estrés.
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La mayoría de los animales salvajes utilizados en publicidad, cine y televisión han nacido en cautividad, pero en ocasiones –como ocurre por ejemplo con los elefantes– han sido capturados de su habitat natural.
Muchos animales provienen de circos, zoológicos o colecciones privadas que los alquilan para obtener beneficios economicos extra. Además, en los últimos años, han proliferado las empresas dedicadas al entrenamiento y alquiler de animales para filmaciones. Algunas de ellas tienen denuncias por falta de licencia o por maltrato de animales.
Estos animales son obligados a vivir para siempre en cautividad y, en la gran mayoría de casos, en condiciones muy duras. Lo más probable es que desarrollen problemas físicos y psicológicos y muestran comportamientos típicos de la ansiedad o el estrés.
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El proceso de domesticación de un animal es un proceso largo que implica cientos de generaciones y miles de años. Se dice que el primer animal domesticado fue el perro, hace aproximadamente 15.000 años. Cuando los animales son domesticados, se producen cambios a nivel morfológico, fisiológico, reproductivo y de comportamiento que les permiten adaptarse y sobrevivir a las condiciones ofrecidas por el ser humano. Es el caso de los animales de compañía y los animales "de granja".
Los animales salvajes, como osos, grandes felinos o elefantes no han pasado un proceso de domesticación. No han experimentado esos cambios como para, por ejemplo, perder el miedo a los humanos o adaptarse a vivir enjaulados, si no que mantienen sus instintos y su morfología (garras, colmillos, una gran fuerza, etc.).
Así, es práctica habitual que los entrenadores separen a las crías de sus madres a muy temprana edad y las críen a biberón para que se adapten a ellos y conseguir que les obedezcan. Pero, cuando llegan a la madurez sexual, estos animales suelen tornarse agresivos incluso con las personas que los han cuidado desde pequeños. Además, si estuvieran domesticados, no sería necesario sedarlos, extraerles las garras (desungular), precintarles la boca o cortarles los colmillos como se hace a menudo con los animales que se emplean en esta industria.
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La base de cualquier entrenamiento de un animal salvaje consiste en mantener al animal en un estado constante de sumisión y miedo a su entrenador. Los métodos para conseguirlo suelen implicar violencia física y verbal.
En el caso de los chimpancés, por ejemplo, el entreno empieza de forma paulatina a partir del primer año y según va creciendo, se le exigen trucos más complejos que van a requerir mayor esfuerzo. En el caso de los elefantes, una práctica común es el uso de descargas eléctricas.
Otro método de entrenamiento muy recurrente –ya sea para circos o para publicidad, cine, televisión o espectáculos– es el chantaje, que consiste en mantener a los animales en un estado de hambre constante para que luego actúen a cambio de comida.
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Las personas tendemos a atribuir a los animales características que son propias de los humanos, no de los animales de otras especies. Este fenómeno se conoce como antropomorfización. Así, expresiones que a nosotros nos parecen sonrisas o gestos de felicidad, pueden no tener ningún significado para ellos, ir en contra de su lenguaje corporal o social e incluso ser muestras de miedo. El ejemplo más claro es la sonrisa del chimpancé, que en realidad es una mueca de pánico. O la sonrisa del delfín que es solamente la forma de su mandíbula.
Muchos entrenadores que alegan tener una relación especial con sus animales y afirman que se encuentran felices y en condiciones óptimas, han sufrido graves ataques. Algunos incluso han muerto. La realidad es que, aunque les separan de sus madres para ser criados por las personas y forzados a obedecer a los humanos, llega un momento en que -alcanzada la madurez sexual- se acentúan sus instintos y su frustración, por lo que suelen volverse agresivos. Para controlarlos, se les mutila, se les seda o se les obliga a pasar hambre.
Además, ciertas especies, como la mayoría de primates o los elefantes, son altamente sociales y necesitan la compañía de otros individuos de su especie, y sin embargo en esta industria se les obliga a vivir en soledad. Este mero aislamiento ya es maltrato psicológico que provoca estrés y sufrimiento a los animales.
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Cuando ya no resultan rentables para la industria, la vida de los "animales actores" se vuelve, todavía si cabe, más miserable. Muchos de ellos son recluidos en jaulas y utilizados para la reproducción - perpetuando la explotación de su especie - o vendidos a zoológicos u otros centros de dudosa reputación.
No existe un control exhaustivo de los animales salvajes que viven en cautividad y son utilizados para el entretenimiento. Así, todavía resulta más difícil saber qué ocurre con ellos cuando son "jubilados". Animales que han servido de reclamo para grandes empresas y multinacionales han terminado sus días encerrados en pequeñas jaulas. En el mejor de los casos pueden ser rescatados por santuarios u otras entidades, pero se destinan muy pocos recursos y hay muy pocos centros de rescate para una demanda creciente.
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